Quería pogo. No pogo: en si caerme en el pogo. Que me pisen y alguien desconocido me de una mano y me levante con mucha fuerza para mi peso y que sea un vuelo por el aire.
Quería, sobretodo, la caída. Esa que no se siente, no aquella otra que se evita, no aquella llena de movimientos inútiles buscando agarrar algo.
La caída no por resbalar, sino por meterme en el pogo sabiendo que, a veces, me caigo.
Por boluda, por falta de equilibrio, por estar del orto.
La corridita de un lado a otro Los saltos y tener el pelo en la cara.
Toda la energía saliendo de mi cuerpo, en grandes cantidades, y toda la energía que todavía quedaba.
Las patadas y puños ajenos de los que se van a la mierda. Pero que están ahí y ya sabía que iban a estar y las quería. Los empujes de los de atrás, los que no se meten en el pogo y no quieren caerse. El momento del estribillo en que todo esto llega a su punto máximo
. La alegría de la banda, viendo como los pibitos y las pibitas los siguen a todos lados y les regalan el pogo, todos atravesados por lo mismo.
Quería eso, una caída sedada, que no entienda despues de la consecuencia del golpe.
Quería moretones, chichones, dolores. Que no me importe. Que pasen hoy pero que mañana lo sienta. Eso quería.
Terapia barata y rápida, con efectos secundarios. El momento de la caída, como si estuviera en el espacio fingiendo flotar, sin gravedad.
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