A la mina de los tatuajes le dije, finalmente, mi historia con Pablo. Se lo dije sintiéndome culpable, mordiéndome el labio, temblando la voz, teniendo miedo. No sabía los por qués y tampoco sabía si quería saber. El tiempo anterior había puesto mute, no había puesto pausa a lo que me pasaba, sólo había callado. Y la película seguía corriendo, sonora o insonora.
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