08 diciembre 2011
Otro día.
Es otro día, ya lo sé. Vas a entrar y vas a darles lo que sea que te pidan, vas a hacer lo que ellos quieran que hagas. Darles tu comida, tu dinero o pararte sobre tres sillas. Todo sea para evitar un puñetazo en el estómago, en un rincón oscuro de algún pasillo. Las palabras dulen más que una piña, duelen porque sabés que no podés cambiar quién sos, y por eso vas a odiarte. Vas a odiarte todos los días, vas a llorar todas las noches y vas a mirar por encima de tu hombro. Todo es una mierda, ya lo sé, te refugías en libros, en historias de otros mundos, otras realidades, más amenas que la que vivís día a día. Querés ser alguien diferente, alguien que no sea vos, alguien fuerte. Pero tenés que ser paciente, los 11 años no duran para siempre, el abuelo se va a morir, la familia se va a separar un poco, vas a perder algunas de las cosas que te daban momentos de felicidad, las comidas los domingos, las revistas de historietas, las golosinas. Estás dejando atrás la infancia, ahora van a quedar sólo vestigios de ese niño que eras, y días un poco más oscuros te están esperando.
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